"Letras en música" taller literario aplicado a la canción, a cargo de Carlos Piano. Comienzo: jueves 5 de mayo 2016

"Letras en música" es el título del taller literario aplicado al género musical de la canción que coordinará Carlos Piano a partir del jueves 5 de mayo a las 18 hs. en Garabombo Casa Cultural.
Pje. Revol 16. Paseo de las Artes. Córdoba
Buenos Aires. Argentina

El cupo es limitado.
Hay mas horarios disponibles hasta completar los grupos.


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Martes 10 de mayo 2016, Carlos Piano en la presentación de la Revista Palabras de Poeta. Córdoba.AR

Carlos Piano en la presentación de la revista Palabras de Poeta.
Martes 10 de mayo de 2016, a las 19,30 hs.
Coordinan: Hernán Jaeggi / Carlos Garro Aguilar

Bici del ángel 
27 de abril 387
Ciudad de Córdoba
Argentina


"Carlos Piano, un bajo en la noche", por Rafaél Eléazar Ulloa






Córdoba, abril de 2016

"Carlos Piano, un bajo en la noche", por Rafaél Eléazar Ulloa*


El destino, de quienes han aceptado su destino, es inevitablemente el éxito, y esto es así porque si hay algo deseable en esta vida, es ser quién uno ha soñado ser. Luego las circunstancias pueden variar; algunos atan el éxito del artista al reconocimiento público, o bien asocian el concepto de “artista exitoso” al dinero, a los shows de concurrencias multitudinarias, a un estilo de vida híper-lujoso, o a comportamientos extravagantes o excéntricos, o bien simplemente se fían de la fantasía que ellos mismos edifican, pero repito, estas circunstancias son todas variables y relativas, y en tanto el supuesto éxito dependa de éstas cualidades, no será una circunstancia real, ni el resultado de una trabajo sistemático. Dicho de otro modo, estas circunstancias pueden estar o no, pero lo que nunca podrán hacer es darle sustancia al creador, al compositor, al intérprete, o en definitiva al artista.
Por otro lado está más que comprobado que una vida nómade, ruda y despojada estimula debidamente el deseo de reflexionar acerca de aquello que la comodidad y la habitualidad se encargan de camuflar. Los pintores impresionistas, por ejemplo, sabían de esto y para el artista, independientemente de la disciplina que ejerza, vulnerar las fronteras de lo cotidiano es indispensable, o de lo contrario su razón de ser será arrojada brutalmente al cesto de la basura de los lugares comunes y eso es inaceptable para quiénes entendemos que el arte es aquel laberinto cuya salida, de ser encontrada, solo provocará el irresistible deseo de otra vez desandar el camino de lo nuevo. En síntesis, un hombre o una mujer en el escenario, son la mismísima existencia, pensándose a sí misma.
Éstas dos reflexiones anteriores a titulo introductorio vienen a colación de que hubo, hay, y habrá miles de artistas circulando soterradamente, viviendo en el underground y su obra se habrá extraviado irremediablemente de no mediar la mágica aparición de una billetera gorda con contactos influyentes, pero ni por asomo, esto quiere decir que la contribución de éstas páginas, destinadas al anonimato, no sean de un valor incalculable y que el destino nos haya privado injustamente a todos de conocerlas y disfrutarlas.
El sábado 2 de abril próximo pasado estuvimos en uno de los tantos conciertos urbanos de Carlos Piano, quién nunca dejó de tocar en los últimos 40 años, y este detalle ya es para tener en cuenta.
Lleva para sus amigos (y esto es una infidencia) el curioso y tierno apelativo de “Tiro Loco”, como el viejo dibujito animado de Hanna-Barbera. Es el mismo guitarrista y cantante que en los glamorosos `80 formara parte de un dúo inolvidable (para los memoriosos cordobeses de café concert) con la cantante, hoy radicada en Madrid, Claudia Maté.
Desde la butaca uno comprueba que se trata de un solista en todo el sentido de la palabra. Es difícil imaginarse a Piano con otro músico, aunque solo se tratase de una percusión de referencia. La cohesión entre los dedos, las cuerdas y la voz son una verdadera fortaleza atravesada por todo tipo de colores: los abrasadores calores cariocas, el murmullo de los tantos arroyos del delta del Tigre, el otoño de El Pueblito, los atardeceres porteños, los recuerdos de La Falda, el “Mal del Sauce” (un mal que se lleva en la sangre como un estigma familiar o que se adquiere simplemente por estar sentado debajo de un sauce contemplando el río)
Otro detalle a tener en cuenta es su voz de bajo, y es que no es frecuente cruzarse con un cantautor con este registro. Se podría decir que son los menos porque son voces más bien que profesan en las filas de los coros o bien son cantantes de orquestas (Edmundo Rivero, Goyeneche, Jorge Sobral, etc) o están por excelencia asignados al rol severo y grave de la ópera como el Sócrates de “L'incoronazione di Poppea” de Claudio Monteverdi, tan solo por mencionar un caso. En la vertiente de los denominados cantautores se me vienen tan sólo un par a la mente: el uruguayo Alfredo Zitarrosa (Montevideo, 10 de marzo de 1936 - 17 de enero de 1989) y José Larralde (José Teodoro Larralde Saad, conocido también como "El Pampa", Huanguelén, 22 de octubre de 1937) sin que se agote aquí la nómina por supuesto, lo que se agota es mi conocimiento al respecto. Otro caso que se me viene a la memoria es el de Javier Martínez, pero automáticamente quedamos fuera de la categoría ya que se trata de un compositor exquisito pero que se expresaba a través de un trío eléctrico, Manal. Este timbre se suma a lo dicho anteriormente como un elemento más de los que se conjugan en el estilo compositivo de Carlos Piano.
También está muy presente en su obra la maravillosa escuela del Tropicalismo creada por Caetano Veloso, Milton Nascimento, Chico Buarque, Gilberto Gil, Gal Costa, Tom Zé, Os Mutantes, Nara Leão y Rogerio Duprat. Este rasgo es producto de su temprana estadía en Brasil allá por los ´70 cuando la cosa con los militares no daba para quedarse “a ver qué pasaba”. Desde el aspecto melódico hasta sus interesantes canciones fusionadas con aires de milonga (como por ejemplo “El arroyo Espera”) la mencionada escuela está presente. Como una confirmación de lo expresado, esa noche el cantautor mixturó convenientemente sus canciones con algunos clásicos de la MPB (música popular brasileña), todos impecablemente interpretados y fue en este momento del show en el que notamos alguna debilidad por Chico Buarque, sin ignorar que el bouquet de su perfil como cantante guarda notas de color, digo yo al mejor estilo sommelier, que evocan a Caetano Veloso.
En resumen: actuación marcada por un profundo conocimiento del oficio de trovador urbano, y un delicado y exquisito repertorio. Recomiendo el show de Carlos Piano, en especial a todos aquellos que deseen escuchar a un cantautor despojado de la pesada carga de las viejas y queridas Trova Cubana o Trova Rosarina, sellos que todavía hoy siguen impregnando las voces de los artistas dedicados a este género. No digo que esté mal, porque no es mi idea, ni mi labor, ni mi deseo emitir juicios, pero si digo que toda la personalidad que un intérprete o cantautor puede ofrendarnos desde el escenario, se ve absorbida ipso facto por los indicios vocales de Silvio Rodríguez o Juan Carlos Baglietto, y esta es una decisión estética que algunos cantantes, a 46 años de la fundación del movimiento de la nueva trova cubana, deberían de rever.
No se priven de ir a escuchar a este bajo en la noche, cruzado y gonfaloniero de la canción artesanal y metropolitana.
No se priven de escuchar a Carlos Piano, un trovador en serio.

*Rafaél Eléazar Ulloa, crítico de arte

Carlos Piano: el penúltimo bohemio - Diario La Voz, de Córdoba

Nota del diario La Voz, de Córdoba - La Voz del interior

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14/01/2016  15:34

Carlos Piano: el penúltimo bohemio


Carlos Piano recuerda sus comienzos en la música, sus travesías de juventud por Brasil, sus alianzas con artistas como Titi Rivarola y Ariel Borda, y la forma en que decidió vivir de lo que más amaba. “Hacer canciones es un riesgo y también un abismo”, asegura.


 (Foto: Virginia Barbagallo)


Por David Voloj 


Cae la tarde en un bar de Boulevard San Juan y Belgrano. Carlos Piano enciende el pucho que tuvo en la mano durante gran parte de la charla, da una bocanada, arquea una ceja y piensa. En un par de horas ha repasado más de 40 años de historia personal, una historia de militancia y exilio, de viajes, búsquedas y encuentros. Ha recordado escenarios, citas con músicos, poetas y artistas, noches de recitales y conciertos y, en definitiva, una larga carrera que aún lo encuentra enlazando la música con la palabra. 

Casi es de noche y el flaco podría ir a tocar por ahí para hacer unos mangos. Pero también podría juntarse a comer y charlar con amigos. Aún no ha decidido qué hacer pero, cuando lo haga, se brindará por completo: se ha acostumbrado a vivir así, intensamente, y libre. “Soy un privilegiado”, dice y se sonríe. “Siempre viví de hacer lo que me gusta, y eso a veces puede ser muy difícil. Ahora tengo 60 años y, la verdad, tan mal no me fue. Así que no puedo estar menos que agradecido con la vida”. 


Clima de época 

“En la secundaria milité durante un tiempo dentro de una agrupación trotskista, de izquierda. Después empecé a estudiar Historia en la facultad, y ahí me sume a la juventud del PRT. Con el tiempo me alejé un poco de las reuniones, aunque no de las ideas. Pero acá en Córdoba y en el país la cosa se estaba poniendo muy jodida. En un momento me detuvieron, así que me tuve que ir”. 

El punto de partida para el relato de Carlos Piano tiene el sello de los años 70 y, por eso, al hablar menciona a otros artistas cordobeses, como los integrantes del grupo teatral La Chispa y la cantante Liliana Felipe, que por aquellos años vivieron una experiencia similar. Claro que en su caso particular el exilio operó como una bisagra que le abriría una nueva perspectiva de vida. “Hasta ese momento, a mí me gustaba tocar la guitarra, nada más. Pero cuando llegué a San Pablo tenía que comer, así que con un amigo armamos un grupo y nos largamos a tocar en bares”. 

Su gusto por el folclore latinoamericano en boga le permitió anclar en la escena paulista. Tras la muy buena recepción, al repertorio se le fueron incorporando ritmos de bossa que, como intérprete, lo llevaron a recorrer bares y teatros de gran parte de Brasil, e incluso programas de televisión. 

De este período datan sus primeras composiciones musicales, algo que desarrollaría al regresar al país, en 1981, junto con versiones propias del cancionero popular brasileño. “Ya ahí tenía algunas canciones, es decir, me gustaba escribir. Ahora, el ejercicio de la traducción fue todo un desafío ya que eso supone apropiarte de las palabras y, a veces usar otras para mantener una rima o un sonido. Entonces entendí que lo importante era conservar la esencia de la canción”. 

Poco antes de la vuelta de la democracia, Carlos Piano estaba de regreso en Córdoba. Se respiraba un aire menos denso, sí, pero algo había cambiado. La Universidad ya no era una opción. 





Decidido a vivir de la música, el flaco Piano armó un dúo con la cantante Claudia Maté, con quien realizó presentaciones en los míticos recitales de rock que se realizaban en La Falda y otras localidades serranas. Por esta vía, sumado al recorrido constante por todo lugar que les abriera las puertas del escenario, llegó a tocar en festivales importantes, frente a más de 10 mil personas. 

Desde entonces, compartió escenario con otros músicos locales, como Titi Rivarola, César Isella y los jóvenes de la denominada Trova Rosarina. “Había un clima de época, una movida muy grande en todos lados”, cuenta. “Hacer a obtener respuestas muy buenas. Subíamos a cantar dos temas, por ejemplo, y la gente aplaudía, pedía más, y terminábamos tocando cinco, seis”. 

Más adelante se juntó con el cantautor Ariel Borda para darle forma a un trabajo conjunto. De un juego de palabras salió “El Piano por la Borda”, espectáculo que hicieron por primera vez en 1985 y se repetiría con el correr de los años. “Es algo improvisado, libre, que nos permite volver a hacerlo cuando tenemos ganas. La última vez fue el año pasado, en Garabombo. Nos entendemos, así que cada uno se sienta con su guitarra y nunca sale lo mismo”. 

Desde entonces, Carlos Piano ha peregrinado por bares, centros culturales y escenarios diversos, tanto de Córdoba como de Buenos Aires o países limítrofes. A veces se presentó solo, a veces acompañado, pero siempre con la convicción de que la única forma de encarar la vida sería a través de su guitarra y su voz, esa voz gruesa que frente al público se carga de dulzura y melodía. “Hacer canciones, como ocurre con cualquier obra de arte, es un riesgo y también un abismo. Vos te tirás con todo, y aunque no entendés bien por qué, empeñás la vida en eso. Y es algo totalmente inútil, porque toda forma de arte es totalmente inútil. Pero vos te zambullís, te la jugás más allá de lo económico, de lo seguro, ¿entendés?”. 





Peregrino de bares 

“Caminito a la loma / cuando asoma el sol de enero / y los grillos te cantan / cuanto te quiero, / se achica la distancia / del suelo al cielo / le agradezco a la vida / por el lugar donde vivo, / porque vos estás aquí / para vivirlo conmigo”. La estrofa pertenece a la canción Sendero y bien puede dar cuenta del universo poético de Carlos Piano. Porque sus canciones apelan a la sencillez de las palabras y hablan del amor, la ciudad, las sierras, la amistad, el paso del tiempo. 

Otra de sus canciones, Babilonia, recrea su particular visión de la identidad de Córdoba: “Haciendo loza para arriba nos hacemos bien de abajo / a la luz del trabajo que nos toca en medio de la oscuridad. / Trajeron patos, se fueron los duendes, pero los puentes todavía están / y quedarán para quien los encuentre, indiferentes a quien viene y va”. 

En las letras se percibe una sensibilidad sutil que se abre a metáforas que parten de imágenes cotidianas, en ocasiones teñidas de nostalgia. Claro que los acordes de bossa, presentes en casi todas sus composiciones –así como cierto aire de tango–, operan como complemento indisociable para el clima total. 

Con sus temas ha seducido tanto al público como a otros artistas que han grabado sus canciones, como Juan Iñaki, Jenny Nager, Paola Bernal y Titi Rivarola. Y aunque ha editado algunos discos propios (entre los que se destacan Noticias de barrio, de 1992, y Carnalval, de 2012), para Piano lo importante no está en los réditos económicos que pueda generar una obra, como tampoco en la publicidad o la promoción. “Puede que haya algunas cosas de las que uno ya esté contaminado, como ese asco a la guita. Eso es lo que queda de aquellos años de militancia, esas ideas que no cambian”. 

Asco a la guita, búsqueda de comunión: así se explica el afecto y la admiración de quienes conocen al flaco Piano, y quizás también sea esto lo que le permite seguir vigente, disfrutando de la bohemia, y desafiando el paso del tiempo. “Creo que el contacto con el otro, ahí en el escenario, es un lenguaje tan antiguo que no envejece. Hace 2.500 años, un tipo hacía sus poemas con una lira, la música acompañando la palabra, y a través de los siglos va evolucionando hasta llegar más o menos al formato que tiene hoy. Es algo muy cercano, una canción es un universo de dos minutos y medio, tres, que te desata un montón de cuestiones emocionales, vivenciales, que no podés prever”. 


Perfil. Carlos Piano nació en La Falda, en 1955. Es cantautor e intérprete. Su estilo fusiona ritmos folclóricos latinoamericanos con acordes de música popular brasileña, tango y rock. Ha grabado los discos Noticias del barrio San Vicente (Córdoba, 1992) y En vivo en el Salón Dorado (Buenos Aires, 2001), entre otros. Carnalval (Córdoba, 2012), su última obra, es fruto de un proyecto conceptual con el músico Pablo Esteban Puch y sobre la base de poemas de Hernán Jaeggi. En su carrera ha grabado con artistas como Ica Novo y Cesar Isella. Además, ha publicado poemas en Argentina y España. Algunas canciones se pueden escuchar en su sitio.